Teatro y romances
di
Aurelia Jurilli
A David
que en el torneo de la vida
prefiere el papel del lirón.
- Acerca de la teatralidad del romancero1 aún quiero ocuparme porque la magnificencia de la cabalgata2 y fastuosos oropeles me solazan y enardecen la imaginación.
- El escenario es ameno y fresco
- Riberas del Duero arriba
- (Rom. XIV - II parte, ciclo del Cid, p. 134)3
- Por una ribera arriba
- (Jura de Santa Gadea, p. 149)
- Por la vega de Granada
- (Pérdida de Antequera, p. 196)
- alto y soberbio el mirador
- Las damas moras los miran
- de la torre de la Alhambra
- también se los mira el rey
- de dentro de la Alcazaba
- (Pérdida de Antequera, p. 197)
- y más alto aún aletea el espíritu sobre la ciudad guarnecida de torres, festoneada de arabescos, perfumada orante y hechicera.
- ¿Qué castillos son aquellos?
- Altos son y relucían.
- (Romance de Abenámar, p. 198)
- Pero este campo teatral ha de ser definido según la calidad de artífices y participantes. Al lugar del convenio
- a las puertas del palacio
- (Rom. II-I parte, ciclo del Cid, p. 117)
- vamos al campo que es hora
- (Rom. I-I parte, ciclo del Cid, p. 116)
- en Santa Gadea de Burgos
- do juran los hijosdalgo
- (Jura de Santa Gadea, p. 147)
- el rey y su corte que afrecen la recepción, llegan luego de breve caminata
- Bajó el rey de su aposento
- y con él toda la corte
- y a las puertas del palacio
- hallan a Jimena Gómez.
- (Rom. II-I parte, ciclo del Cid, p. 119)
- Los nobles convidados vienen andando desde lejos: las afueras de la villa, otro castillo o ciudad. Largo y festivo es el desfile;
- Cabalga Diego Laínes
- al buen rey besar la mano
- consigo se los llevaba
- los trescientos hijosdalgo
- (Rom. IV-I parte, ciclo del Cid, p. 120)
- Con esto luego se parte
- y comienza a caminar
- por sus jornadas contadas
- a la corte fue a llegar.
- (Rom. IV del ciclo Bernardo del Carpio, p. 63)
- Ya cabalgan los condes
- y el buen Cid está a caballo
- con todos sus caballeros
- que le van acompañando;
- Por las huertas y jardines
- van riendo y festejando.
- (Rom. XXVI-III parte, ciclo del Cid, p. 16)
- Los que a lo lejos los oían
- piensan que es gente de guerra,
- y en grande alegría tornan
- al saber del Cid las nuevas.
- (Rom. XX-III parte ciclo del Cid, p. 152)
y si uno es el que viene, huido y sin acompañantes, trae una nueva mala:
- muchos moros deja muertos
- yo soy el que mejor librara.
- (Pérdida de Antequera, p. 197)
Los villanos y rústicos miran y remiran asombrados la grandiosidad de los hechos, vitorean y comentan el paso de tal o cual feudatario y por esta mediación logran entrar en el círculo del favor real. Porque en verdad la fiesta es de los príncipes para los plebeyos, del rey para sus súbditos que han de tenerlo por Supremo Hacedor, Omnipotente y Omnipresente.
He aquí, el hecho catárquico: el rey prodiga hasta el infinito (la misma finalidad de la estatuaria y el retrato) su presencia, su bondadosa protección patriarcal, en fiestas y desfiles. El pueblo sufre, con renovado deleite - son un reclamo plumas y damascos, tambores y gallardetes - y con un pizco de ansia, esa presencia y poder aniquilante, poder y orden monárquico al cual no puede ni debe desobedecer ni rebelarse4.
La presencia de esa partidaria y rumorosa villanía en los romances, podemos rastrearla:
- Grande rumor se levanta
- de gritos armas y voces
- en el palacio de Burgos
- donde son los ricoshombres.
- (Rom. II-I parte, ciclo del Cid, p. 117)
- Gritos dan en el real.
- ¡A Don Sancho han malherido!
- (Rom. XV-II parte, ciclo del Cid, p. 129)
- que según dice las gentes
- padre e hijos son entrambos;
- (Rom. XIV-II parte, ciclo del Cid, p. 136)
Asimismo son razones sociales, de pertenencia y de rango que determinan el acompañamiento, la corte el séquito del rey y los nobles:
- consigo se los tornaba
- los trescientos hijosdalgo5
- (Rom. IV-II parte, ciclo del Cid, p. 122)
- sálelos a recibir
- el rey con sus altos hombres,
- (Rom. XX-III parte, ciclo del Cid, p. 169)
- donde el rey obispo y grandes
- en pie estaban aguardando.
- (Boda de Rodrigo y Jimena, p. 123)
Y esto ha de entenderse también para las damas:
- trescientas damas con ella
- para bien la acompañar
- todas visten un vestido
- todas calzan un calzar,
- todas comen a una mesa
- todas comían de un pan.
- (Romance de Doña Alda, p. 76)
Dos excepciones a este uso justifican aquella anotación de Duby que sólo los locos endemoniados y emarginados andan solos. Y son las figuras femeninas que, alterado el juicio por un sentimiento de dolor y rabia - más o menos auténticos, más o menos dictados por la convención social -, acuden a reclamar justicia. Ellas son Jimena "desmelenado al cabello" (Rom. II) y doña Lambra que
- bajóse muy enojada,
- sin esperar a los suyos
- se saliera de la plaza6.
- (Rom. I del ciclo Les Siete Infantes de Lara, p. 93)
Lugares del convenio son: la plaza, el castillo, la catedral, edificaciones ubicadas en la parte alta de la ciudad. A este lugar de convenio, se lo mira en perspectiva: si de lo alto, se observa subir el cortejo:
- ¡Helos, helos por do vienen
- por aquella vega llana!
- (Rom. I del ciclo Los siete infantes de Lara, p. 91)
- Los que a lo lejos los vían
- piensan que es gente de guerra.
- (Rom. XXII-III parte, ciclo del Cid, p. 152)
si de lo bajo, se agranda la silueta del caballero recortada contra el cielo:
- Sobre el muro de Zamora
- vide un caballero erguido.
- (Rom V-II parte, ciclo del Cid, p. 136)
Además en la plaza, en la abertura junto al río, en el campo de batalla en las afueras del poblado - espacio reservado para justas - se levantan andamios y tarimas7 para simular torres y ventanas8.
- Zamora y sus andamios,
- mirad dueñas y doncellas
- cómo nos están mirando
- (Rom. XIV, II parte, ciclo del Cid, p. 138)
- Cuán gran alegría hacen
- por torres y por andamios.
- (Rom. XIV-II parte, ciclo del Cid, p. 129)
Ahora bien, las ocasiones por las cuales se realizarían estas puestas en escena señalan en verdad los momentos del principio y el final de la existencia: cerimonias y fiestas de casamiento9
- Las bodas fueron en Burgos
- las tornabodas en Salas
- en bodas y tornabodas
- pasaron siete semanas.
- Madrugaba don Alonso
- a poco del sol salido
- convidando va a su boda
- a los parientes y amigos
- (Romance del veneno de Moriana, p. 111)
y el lucido cortejo de la muerte10
- Doliente estaba doliente
- ese buen rey Don Fernando,
- los pies tiene para Oriente
- y la candela en la mano.
- A su cabeza tiene
- arzobispos y prelados,
- a su man derecha tiene
- los sus hijos todos cuatro.
- (Rom. X, p. 132)
- Llorando están a par de él
- obispos y clerecía,
- lloraba la hueste toda,
- ricos hombres de Castilla.
- (Rom. XVI, p. 140)
- Por aquel postigo viejo
- que nunca fuera cerrado
- vi venir seña: bermeja
- con trescientos de a caballo
- un pendón traen sangriento
- de negro muy bien bordado
- y en medio de los trescientos
- traen un cuerpo finado.
- (Rom. XIX, p. 145)
Entre estos dos puntos límites, se festeja - simbólicamente conjugando los extremos fecundidad-vida / muerte - el "eterno retorno" de la primavera. La guerra como fiesta, juego amoroso adquiere pleno sentido porque reescribe la ceremonia nupcial promesa de abundancia. San Juan11 es el momento mágico e iniciático, liberatorio y triunfal. Esta doble valencia origina: A) una puesta en escena mágico-lírica-filosófica por un lado (el infante Arnaldos, p. 181), su poder de hacer que:
- la mar ponía en calma
- los vientos hace amainar,
- los peces que andan al hondo
- arriba los hace andar,
- las aves que andan volando,
- al mástil vienen posar.
y B) justas y torneos para celebrar la vestición de los neo-caballeros. Lucida ocasión para mostrar y demostrar gallardía y altivez interpretando a fuer de bizarrías las figuras y el mito fundador12: el Cid y su gesta, pérdida del favor real y lucha por reconquistar. Esto lleva a forjar, en la Primera Parte de este ciclo, un Cid más adecuado a los desplantes adolescentes que a las ciertas del personaje histórico (tomando como valederas las noticias del Poema). Dada esta clave, enfoquemos el ciclo completo.
El joven paje, niño aún, - pero estos datos no son fieles - irrumpe en el campo de batalla. ¿Hay allí una fiesta en curso, una justa per que está en su apogeo? El joven paje mata al conde.
- ¿Vamos al campo que es hora
- de dar al conde Lozano
- el castigo que merece?
- Tan infame lengua y mano.
- Determinado va el Cid,
- y va tan determinado
- que en espacio de una hora
- mató al conde y fue vengado.
- (Rom. I-I parte, ciclo del Cid, p. 116)
Se le aparea una Jimena Gómez digna de las circunstancias
- hallan a Jimena Gómez
- desmelenado el cabello
- (Rom. II-I parte, ciclo del Cid, p. 117)
- cubierta paños de luto
- tocas de negro cendal13
- (Rom. III-I parte, ciclo del Cid, p. 118),
imperativa en sus requerimientos:
- justicia, buen rey, te pido
- y venganza14 de traidores,
- así lo logren tus hijos
- y de tus hazañas goces,
- que aquel que no la mantiene
- de rey no merece el nombre!
- (Rom. II-I parte, ciclo del Cid, p. 117)
- ¡Hacedme, buen rey, justicia
- no me la queráis negar!
- Rey que no hace justicia
- non debía de reinar,
- ni comer pan a manteles
- ni con la reina folgar.
- (Rom. III-I parte, ciclo del Cid, p. 119)
El romance IV, si leído en el solo contexto de la primera parte, constituye el clímax. En cada edición, Rodrigo es mozo más apuesto, desafiante y pendenciero, características que no suprimen ni alternan el desenlace porque el casamiento con Jimena y el acrecentamiento de la hacienda, están en el libreto del rey. Esta tensión y distensión - romance IV y V - serán los más celebrados, por el renovarse de los protagonistas, por la creatividad de disponer las escenas según la riqueza de escalinatas, paseos, palacios y ángulos sugestivos que de natural ofrece la villa, y por la largueza de los ricos hombres que auspician la fiesta. Además, el jolgorio del pueblo menudo. El todos del Rom. IV comprende no sólo a los supuestos trescientos hijosdalgo, sino también al pueblo espectador que asiste endomingado y gozoso. Lo mismo, alcanza a los zagales del poblado y "sus hermanos" con quienes entra Rodrigo a engalanarse para la boda.
Ni menor acompañamiento, podemos imaginar, seguiría a Jimena cuando
- Tras esto bajó Jimena
- tocada en toca de papos.
- (Rom. V-I parte, ciclo del Cid, p. 123)
El casamiento es teatral pero no fingido porque responde a fundadas razones sociales15. Se realiza bajo los buenos auspicios del rey
- de juntarlos para en uno
- en el solar de Laín Calvo,
- ...(Rom. I-I parte, ciclo del Cid, p. 122)
- El rey dio al Cid a Valduerna,
- a Saldaña y Belforado
- y a San Pedro de Cardeña.
- (Rom. V-I parte, ciclo del Cid, p. 123)
Un neo-caballero ha sido ganado para la causa real; casado, responsable
- Maté hombre y hombre doy
- aquí estoy a tu mandado
- en lugar de muerto padre
- cobraste marido honrado.
- (Rom. V-I parte, ciclo del Cid, p. 124),
con hacienda para administrar y tierras que conquistar para su rey (Rom. VI).
La segunda parte ya no necesita de la dramaticidad de un Cid bendenciero. Los sucesos históricos contienen suficiente tensión ascendente: desde la caída en el desorden - Rom. X y XI muerte del rey padre - hasta el clímax Jura de Santa Gadea.
El inicio de la tercera parte, restablece el orden monárquico. Fin de la gesta fundadora, nacimiento de la patria. Distensión dramática. El rey, el que dispensa justicia y honra, sobremanera augusto y sabio, lo declara ante el orbe.
- Y al salir ante la corte
- dijo parado en la puerta
- ...
- que la honra del Cid es mía
- y la honra de España entera.
- (Rom. XXII-III parte, ciclo del Cid, p. 135)
Las escenas luego se suceden festivas y coreográficas, folletinescas casi: los buenos, los perversos, la felonía. La colorida justa final sella el regocijo (fueron felices y comieron perdices) y la consagración de la magnanimidad del rey.
- Si vos no otorgáis el campo
- yo he de hacer justicia hoy
- ...
- Otro día de mañana
- todos en el campo son
- por el Cid va Nuño Gustiós
- hombre de muy gran valor
- y con él va Pero Bermúdez
- el ayo16 que las crió.
- (Rom. XXII-III parte, ciclo del Cid, p. 171)
Acallados los sones, pasada la última de las comparsas, abrevemos el espíritu en el goce contemplativo. Sea el Romance del enamorado y la muerte.
La muerte, mientras espera a su elegido, lo ve subir por las callejas hasta la puerta del palacio. Se entabla la batalla decisiva. El Romance mantiene la unidad de lugar: la villa. Aquí está toda completa. Ni falta el peregrinar hasta el castillo (estando a las palabras ¿esto ocupa todo un día?), solo, como conviene a los atolondrados, blanca la niña de largas trenzas como deben ser las princesas encantadas17; el embrujo de la noche; el destino el hado puntual y certero.
- Ay, muerte tan rigurosa
- déjame vivir un día!
- ...
- &endash; Vamos el enamorado
- que la hora ya es cumplida.
- (Romance del enamorado y la muerte, p. 56)
Otra pieza de deleite la constituye Abenamár, Abenamár. Desde una altura máxima observamos la ciudad. Acaso adormilada en el sol del mediodía, acaso olorosa de sándalo y escencias vespertinas, alba jada de torres, como novia oriental. Sentimiento y amor del moro, suspiros de anhelo del cristiano, y el encuentro final incendio y lucha.
Este caudal lírico18 pasa por el tema de la metamórfosis: pájaros de cetrería19, flores - Amor más poderoso que la muerte -; el solo reflexivo. Que por mayo era por mayo20; y, como un guiño final, la vertiente pícaro-amorosa Misa de amor (teatro mímico, de siluetas o sombras).
Conclusión
Confieso que ha sido Duby21 el último de los responsables de mi lectura teatral de los romances. Mencionadas las fuentes exegéticas en las que respaldo el hilo de mi fabulación, de intento extraigo los solos ejemplos que la collección considerada afrece y unos poquísimos que los complementan. Concluyo que los romances de acción (ciclo del Cid, de los Siete Infantes de Lara), son una "sarta" que corresponden a las diferentes fases de teatralización de la epopeya nacional, del mito fundador. A las razones primeras del maestro Menéndez Pidal subordino esta presente - y la busco en los poemas mismos - para determinar que los romances son posteriores al Poema, y se apartan, cuando necesario, de su verdad22. El romance Las bodas de Rodrigo y Jimena es ilustrativo al respecto:
- calzas, valoma tudesca
- de aquellos siglos dorados
- ...
- camisón redondo y justo,
- sin filetes ni recamos,
- que entonces el almidón
- era pan para muchachos.
- ...
- que en tres o cuatro batallas
- su padre lo había sudado
- y con otras quimeras
- que agora llaman hurracos.
- (Rom. I-I parte, ciclo del Cid, p. 122)
¡Tono nostálgico en este engalanarse a la usanza antigua! Por este tiempo ya debía ser legendaria la figura de Gerineldos
- Más galán que Gerineldos
- bajó el Cid famoso al patio,
y del romance primero del ciclo del Cid, elijo este ejemplo que mentalmente apareo con el Quijote:
- Descolgó una espada vieja
- de Mudarra el castellano23,
- que estaba toda mohosa,
- por la muerte de su amo.
- (Rom. I-I parte, ciclo del Cid, p. 116)
En cambio la lírica amorosa responde al refinamiento cortesano. Produce romances de contemplación: La Linda Melisenda, Amor más poderoso que la muerte, Gerineldos.
Según otra clave podría ser leído el ciclo del Cid. Y de cual- quier modo denominemos esta clave no cambiaríamos su significación. Barajemos estos nombres: significación del matrimonio, mujer como mercadería, favor real y matrimonio, pobreza y poder, poder y casamiento, caballería y casamiento. Releamos pues: Romance IV. De entre los pajes que adiestra Diego Laínez sobresale Rodrigo. Allardeó bravura y valentía en justas y torneos. Fortuna quiso que entre los tantos que ha muerto estuviera el conde Lozano. Rodrigo es joven de exuberancia incontrolada, un peligro si decidiera alistarse en contra del rey como está queriendo decir:
- Por besar mano de rey
- no me tengo por honrado,
- porque la besó mi padre
- me tengo por afrentado
- (Rom. II-I ciclo, p. 122)
- porque allí en cualquier tierra
- dan sueldo a los fijosdalgo.
- (Jura de Santa Gadía, p. 149)
El rey debe atraerlo a su bando, recompensar sus cualidades guerreras. Jimena, que el caso también quiere que sea hija del tal conde Lozano, es rica por herencia: Valduerna, Saldana, Belforado y San Pedro de Cardeña. El rey concede su mano y los feudos que antes enriquecían la corona. El cadete Ruy Díaz es ahora señor, tiene casa y solar, y empieza a batallar en su propio nombre para su rey. La muerte del rey altera este estado de cosas. Rodrigo, por esa fidelidad jurada y sellada es tutor del heredero Sancho, y esto significa defenderlo y protegerlo con el valor de su fuerte brazo.
Esto vale también, luego, para Alfonso. Y estas son las circunstancias que lo obligan a tomarle la jura. Rodrigo sabe que el rey le teme. Rodrigo mantiene hidalgos-caballeros en su feudo,
- consigo se los tornada
- los trescientos hijosdalgo
- (Rom. IV, ciclo del Cid, p. 122)
fieles a sus decisiones y a sus arbitrios. Rodrigo y Alfonso son militarmente iguales, pero Rodrigo sabe también que no es "su par" por herencia habida. Pero podría luchar en su contra. Así lo indica:
- Aqueso será buen rey,
- como fuer galardonado,
- porque allá en cualquier tierra
- dan sueldo a los hijosdalgo.
- (Romance de le jura de S. Gadía, p. 148)
En virtud de esta conciencia de vasallaje se autodestierra y busca aumentar su poder anexando tierras de moros. Nuevamente debe pactar. Moneda del pacto son las mujeres habidas en su matrimonio, la misma política por la cual fue puesta en palio Jimena. Las hijas. Son concedidas a los condes de Carrión. Pero este casamiento no es suficientemente ventajoso para El Cid. Temer un león(24) en edad dorada de tanto chocar de armas, es motivo suficiente para ser declarado traidor. Gran revuelo de cortes en Toledo, ir y venir de nobles y guerreros. Se concreta al fin, provechosísimo emparentamiento. Además de lo suyo, el Cid puede pasearse por Aragón y Barcelona. "El Campeador non debía gozar mucho de su poderío" comenta Menéndez Pidal. Yo quiero comentar que esta situación y solución repite su personal situación; porque prefirió a Jimena que no a Urraca. Algo de ello quiere dar a entender
- con ella hubiste dinero
- conmigo hubieras estados;
- (Rom. XIII-II parte, ciclo del Cid, p. 135)
y non debió ser tan así al pie de la letra, pero deja sentada la problemática, si la queja de Urraca a su padre había sido:
- ¡y a mi porque soy mujer
- dejáime desheredada!
- Irme he yo de tierra en tierra
- como una mujer errada.
- (Rom. XI-II parte, ciclo del Cid, p. 133)
También podría leerse este ciclo según las figuras femeninas aglutinantes: Jimena; Urraca; las hijas. Jimena y las hijas reiteran la misma circumstancia: reclamar venganza en nombre del honor y la nobleza. Al rey primero, luego al mismo Cid. En el Rom. II (p. 117) Jimena dijo:
- Justicia, buen rey, te pido
- y venganza de traidores,
- vuestra sangre y la del conde
- que matasteis bueno a bueno,
- que las venguéis como noble.
El "traidor" de aquél entonces (a Jimena como noble le cabe pedir) es ahora un par del conde Lozano (bueno a bueno), y pide a su vez justicia porque es justo que no se emparente con el felón que rehuyó el campo de batalla.
Ahora, está bien definido y delimitado el matriarcado tiránico de la nobleza medieval. Si el esforzado y valiente adalid, "por el valor de su fuerte brazo" logra gozar de sus favores pasará de ser andante y aventurero, a ese círculo social y cortesano, señor de feudos y castillos emparentado con el rey. Del Rom. XXIV comenta Menéndez Pidal: "Los dos condes de Carrión, Fernando y Diego, jóvenes cortesanos de muy noble linaje, codiciosos de las hijas de éste y piden al rey que les trate casamiento". La mujer heredera aparece como moneda de trueque: el rey otorga su mano al bachiller que ha vencido innumerables batallas por la causa real. Mientras tanto la damisela virgen o viuda está guardada en la torre bajo siete llaves y que ni el sol la toque porque es de valor inestimable su herencia. Merca con ella su tutor el ayo, y el rey, y finalmente su marido que "no posee" pero sí administra, sin consejos tomar, la inmensa fortuna. Ahora está encerrada en otra torre, con otro carcelero que tolera que no "se divulguen sus adulterios (¿y excentricidades?) caso contrario debería alejarla de su lado con toda su dote". A tiranía responde tiranía. Jimena es hábil (¿habrá tenido ocasión de aprenderlo en su casa?) y sabe cómo emplearla en el momento oportuno. La ficción literaria reconstruye el uso consuetudinario y la crónica:
- - Justicia, buen rey, te pido
- y venganza de traidores
- así se logren tus hijos
- y de tus hazañas goces,
- que aquel que no las mantiene
- de rey no merece el nombre!
- (Rom. II, p. 117)
- ¡Hacedme, buen rey, justicia
- no me la queráis negar!
- Rey que no hace justicia
- no debía de reinar,
- ni comer pan a manteles
- ni con la reina folgar,
- (Rom. III, p. 119).
Delicada situación (Si yo prendo o mato al Cid/mis cortes volverse han) resuelve el rey subyugando al turbulento Cid por su causa con la reparación matrimonial.
Más tarde, es la opinión de Jimena (No quería Jimena Gómez/ la madre que las parió) la que prevalece y obliga al Cid a solicitar nuevamente al rey, honroso (ventajoso) casamiento para sus hijas. El comportamiento sumiso del Cid y luego de los Condes de Carrión ante este uso consuetudinario ilumina muy parcialmente esta razón.
¿Hasta qué punto la tiranía histérica de estas lánguidas doncellas determinó el andamiento de la política medieval? ¡Ay de las que no supieron adornarse con estas femeninas artes! Son un puñado apenas. La literatura está descubriéndolas.
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